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Contra la utopía: el discurso autista

Actualizado: 17 sept 2020




POR JOSÉ MIGUEL GARCÍA

Fuente: Autismo en vivo

Fotografía: Autismovivo

30/07/2020, Cádiz, España

En el autismo no se trata tan solo de ayudar, si no de dejarnos enseñar. En este artículo nuestro colaborador José Miguel García, nos invita a reflexionar.

Vivimos tiempos en los que necesitamos de la política. E, irónicamente, son momentos en los que vivimos descreídos de ella. Distinguir entre política y politiqueo puede introducir un rayo de esperanza, ya que poco tenemos de lo primero y, de lo segundo, demasiado. Lo primero implica el arte de gestionar la vida; lo segundo, las formas de determinados agentes de perpetuarse en el poder y en los privilegios.

Puede resultar extraño hablar del autismo en relación a la política, pero es exactamente lo que pretendo hacer. Suelo asombrarme (e irritarme un poco, lo reconozco) ante esas personas que afirman sin pudor que eso de la política no les interesa. Pretenderse por fuera de la política es aceptar tácitamente el tipo de sociedad que habitamos, una manera de vivir que, ante el mínimo análisis, resulta inaceptable e injusta para demasiadas personas. Incluso entre los estratos a los que este sistema neoliberal favorece, se extiende la depresión y el suicidio. Parece que el sistema no funciona bien ni para sus beneficiarios.

No quiero alargar el artículo, así que resumiré tres de las características del sistema neoliberal, que nos servirán para hablar luego de la posibilidad de un discurso del autista.

1) En el sistema actual, los objetos y las personas se producen y se consumen.

2) El ritmo de vida debe ser acelerado, ya que se entiende la existencia como una metáfora de las inversiones bursátiles.

3) Hay un desprecio implícito al cuerpo, como algo a superar a través de la ciencia, el cuerpo como algo que limita, que enferma, que enlentece.

Sé que todavía no hemos llegado a lo que los sujetos autistas tienen que decir, pero me tenéis que conceder otro pequeño momento para hablar del concepto de discurso. Lo solemos entender como una charla, una arenga, como las palabras que se pronuncian en debates y conferencias. En un sentido psicoanalítico (y nos vamos a dejar guiar por el psicoanálisis), el discurso tiene un significado más potente. Se podría decir que representa lo que está detrás de las palabras, la estructura de los significados, la lógica que mueve a las palabras que se dicen.

En este sentido, el discurso del psicoanálisis se opone al discurso del sistema neoliberal. Y esto no es así porque haya opiniones encontradas entre los integrantes de uno u otro grupo, o porque representen necesariamente ideologías contrapuestas. Como hemos dicho, es más profundo. Se trata del lugar que se le da a cada cosa, la lógica que pone el mecanismo en movimiento. Si el discurso neoliberal empuja a las personas a consumir y a producir, el discurso del psicoanálisis pretende que cada persona se invidualice a su manera, que se subjetivice. En el discurso neoliberal se producen objetos incesantemente. En el discurso del psicoanálisis se espera la producción de un saber propio de cada persona. Tenemos aquí una oposición. Es una oposición política auténtica.

Existen movimientos e ideologías que pueden posicionarse contra el sistema económico actual: la ecología o el feminismo, por ejemplo. Pero lo que habrá que ver es, en términos de discurso (de estructura profunda), qué se está diciendo realmente y cómo se articula. Porque si nos quedamos en la superficie, estos movimientos respetables y necesarios pueden quedar atrapados en la lógica a la que se quieren oponer.

No sé si se podría hablar de discurso del sujeto autista, pero lo voy a intentar. No se puede articular de la misma forma que los demás discursos, ya que, entre otras cosas, el sujeto autista no habla ni tiene en cuenta al otro. Al menos al comienzo, no entra al juego de identificación/rechazo que supone el mundo simbólico. En el discurso del sujeto autista, no hay reivindicación, ni protesta, ni nada parecido, porque para posicionarte contra alguien, al menos tienes que reconocerle autoridad y existencia. Pero algo parecido a una lógica puede extraerse de las acciones de estos niños y niñas (y hablo de los niños porque creo que son la representación más potente de esa posición política).

Volviendo a los tres puntos que señalamos al comienzo, podemos decir que el sujeto autista se opone radicalmente al discurso neoliberal, no con opiniones o argumentos, sino con su propia existencia.

1) En el mundo del niño autista, los objetos no se consumen: se investigan y se inventan, uno por uno. Hay una singularización de la experiencia.

2) El sujeto autista (cuando está relajado y libre de agitaciones) se detiene, imprime un ritmo lento a la vida.

3) El niño autista reivindica de la forma más radical la existencia del cuerpo, el modo de ser autista enfatiza la consistencia de los cuerpos. Ni los cuerpos responden como esperábamos ni podemos estar seguros de que no se vayan a dañar. Hay que cuidar del cuerpo de un niño autista.

Así que ni producción en serie. Ni velocidad. Ni huida del cuerpo. De todas formas, no sé si se puede hablar de discurso autista, porque estos sujetos escapan además a la lógica de grupos. Es decir, si los autistas nos muestran algo respecto a la política, no lo hacen como identidad colectiva. Tampoco sus formas nos permiten deleitarnos demasiado en posibles utopías. El mundo del autista no es de color de rosa. Son seres enigmáticos, creativos, dulces, egoístas, con unas maneras increíblemente propias.

No necesitamos de la utopía para mejorar. No se trata tampoco de dejar las ruedas del mundo en manos de los sujetos autistas, ni de concederles siempre la última palabra en los asuntos de importancia. Creo que ya sería suficiente con hacerles sitio. Que tuvieran un lugar. Su lugar.

Añadiré que no creo que la utopía sea productiva. Lo que sí podemos hacer es permitir. Consentir. Abrirnos a la angustia que supone confrontarse a la experiencia del autismo. Si queremos una lección de política, no miremos para otro lado en relación al autismo, y atendamos lo que conmueve en nuestra alma cuando de verdad nos toca, cuando no nos defendemos de la experiencia hablando de neuronas o sistemas sensoriales del cerebro. Esa angustia puede, ocasionalmente, permitirnos accionar otras palancas en un mundo en el que, vitalmente, lo necesitamos.

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