La realidad de mi vida

POR IGNACIO PANTOJA

Fuente: Autismo en vivo | 21/06/2025

Fotografía: Pixabay

Llevo ya muchas noches seguidas sin poder dormir.

Duermo por las mañanas pero de mala manera suelo tener pesadillas y sobresaltos y no me es agradable. He conseguido leer unas pocas páginas del libro de “los juegos del hambre” pero me sucede como con los otros libros: que no puedo concentrarme.

Hace pocos minutos que han pasado las dos de la madrugada y todo parece que esta noche igual que la de ayer y la de antes de ayer será igual de larga y no podré dormir, debe de haber algo dentro de mí que no me permite estar tranquilo. Mi situación no es buena y de hecho nunca lo ha sido; hará unos diez años empecé a escribir en internet sobre como me sentía y eso siempre ha sido muy terapéutico para mí. Llegue a estados de emoción que me hicieron pensar que podría ser escritor y ayudar a otros autistas con mi voz a que su vida fuese mejor.

Con los años deje de pensar esto, las personas autistas con las que encontraba no me trataban bien, tenían mucha envidia de mí, y es curioso, porque siempre me he sentido alguien con poca suerte en la vida pero la envidia es terrible y es contagiosa y desde luego es imposible convencer a alguien que tiene las ideas grabadas a fuego y es totalmente inútil conversar, porque digas lo que digas, siempre van a pensar lo mismo de mí.

Hace muchos años abandoné el activismo autista o TEActivismo como lo llamaba, era alguien a quien no querían y yo no puedo salvar a los demás si no quieren, así que hice lo que debí haber hecho desde el principio, abandoné todo, la política es algo muy desagradable y solo genera agresiones verbales y físicas entre las personas; lo único que busco en mi vida es poder estar en paz, en definitiva, poder tener una vida tranquila sin que personas envidiosas me acosen.

Mi forma de pensar cambió mucho, lo que hagan los demás autistas no me interesa nada, no los veo como a mis compañeros sino como algo totalmente ajeno a mí, me di de baja de la asociación Asperger Madrid, de la fundación Ángel Rivière y después; pues después bloquee a todos mis contactos de todas mis redes sociales, aunque tuviésemos un diagnóstico en común yo no me parecía en nada a ellos, ni puedo representarles ni por supuesto ayudarles.

Y no creo que quiera saber nunca jamás de ellos.

La solución la encontré en la carrera de farmacia, llevaba varios años suspendiendo, esta carrera exigía mucho más que biología y por mucho que estudiase y aunque la llevase al día podía suspender, cosa que en biología no ocurría, así que tras unos primeros tres años de suspensos y movidas muy serias llego la pandemia y con ella la excusa perfecta para encerrarme en mi casa a estudiar y no volver a salir.

Los años antes de la pandemia fueron muy malos, mi salud mental estuvo muy deteriorada, era muy infeliz en la facultad de farmacia, cuando empecé tenía ya trece años más que mis compañeros, yo he nacido en 1984 y ellos eran del año 1997. Lo peor de todo no es que no me hicieran caso, una por mi discapacidad social y otra por ser mucho más mayor, lo peor de todo era que me enamoraba de mujeres más jóvenes que mi hermana pequeña y ese dolor y esas obsesiones que siempre había tenido con mujeres de mi edad se complicaba todo elevado al cubo.

Tras unos años espantosos la pandemia nos encerró en casa y con ellos conseguí cierta paz y estabilidad, me puse en serio con la carrera, hice hiperfoco en ella y me olvidé de todo lo demás, seguí estudiando y en cuatro años hemos llegado hasta aquí.

No quiero salir de casa, me da miedo y tampoco quiero conocer a nadie de internet, la gente me genera miedo y desconfianza y no quiero saber nada, he construido un muro a mi alrededor para protegerme y mientras no termine la carrera no pienso salir de ese muro.

Quedan cinco asignaturas y las prácticas tuteadas, en dos años, en 2027 puedo haber acabado si sigo encerrado dentro de mi muro. Y lo que pase después, Dios dirá…

Ignacio F. Pantoja