POR GABRIEL MARIA PÉREZ
Fuente: Univers Àgatha 17/09/2023
Fotografía: Univers Àgatha
Me parece mentira, ya pasó el mes de agosto, ya pasaron las vacaciones, ya pasó la fiebre por salir huyendo de las rutinas y… muchos… ya hace unos días que volvimos.
Las tareas laborables se han hecho intensas y estresantes estos últimos días: normal, demasiada desconexión más que necesaria.
He vuelto a observar y pensar, durante nuestros días de estancia en Mallorca en mi hija Àgatha, con un trastorno de autismo severo, actualmente las estadísticas indican que uno entre 160 individuos de todo el mundo, tienen este trastorno.
Pero no voy a entrar en detalles sobre el autismo.
Los primeros días en la isla estuvo muy seria, no quería comer, en casa se quedaba todo el día en su habitación y cuando ibas a verla te ignoraba.
Los que convivimos con estas personas tan especiales sabemos que les cuesta el cambio de rutinas, el cambio de aires. A pesar de que reconozca de inmediato el lugar, los familiares y los amigos que tenemos allá, se mostraba muy seria.
Sí, Àgatha es especial, da incertidumbre, es enigmática, pues no sabremos nunca qué o cómo puede pensar sobre lo que vive en cada momento, sus sensaciones, sus emociones, sus malestares.
En los últimos viajes de verano que hemos realizado ha estado más bien incómoda y nerviosa.
Esta vez estaba muy seria, costaba que comiera, costaba que bebiera, pero al menos no estaba nerviosa, ni insomne. No daba golpes a las paredes, no daba esas patadas que retumban por toda la casa. Esto alivia algo la desazón de la lucha en las horas de las comidas y en su soledad auto-impuesta al quedarse en su habitación.
Uno de esos días fuimos a recoger a su hermana al aeropuerto, venía a pasar unos pocos días con nosotros, y ya se le escapó alguna sonrisa al verla y poco más.
Pero pasada la mitad del viaje, en una cena en S’illot con un gran amigo, empezó a sonreír, a mostrar sus blancos dientes, su mirada abierta.
Y repicó alegre sus cucharillas de plástico al ritmo de su sonrisa.
¡Qué maravilla!
Por arte de magia todo había cambiado.
Sonreía, le costaba comer pero finalmente accedía y dejó de quedarse en su habitación.
Esos son los misterios de mi hija.
Estas son actitudes de muchas de las personas con autismo, pasar de un estado anímico a otro por momentos.
Tras veintitrés años de vida, Àgatha sigue siendo un enigma en su ser, en sus actitudes, en su manera de mirarte, de tocarte.
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