POR GABRIEL MARIA PÉREZ
Fuente: Univers Àgatha | 01/05/2021
Fotografía: Pixabay
No quiero ponerme medallas ni considerarme un modelo de activista social cultural, en mi caso, sensibilizando sobre el tema del autismo debido al trastorno que sufre mi hija Àgatha, pero a veces aparecen los celos, las envidias y altiveces que provocan situaciones al límite que no te esperas.
La falta de respeto hace daño, el desprecio por el simple hecho de creerse que se es más importante o se tiene más entidad que los demás provoca graves conflictos entre amigos, compañeros de trabajo, colaboradores y, muchas veces, incluso familiares. En este sentido, quiero dejar claro que yo no estoy compitiendo con nadie, yo sólo quiero dar difusión a mi escritura (poesía, artículos, relatos breves... ), sensibilizar sobre el trastorno del autismo e intentar ayudar al máximo a difundir arte realizado por terceras personas y, si este arte tiene relación con el trastorno del autismo, mejor que mejor. Pero creo que hay quien no lo entiende. Durante estos últimos años en los que me he dedicado, sobre todo, a sensibilizar sobre el autismo con cultura, me he visto rodeado de gente muy noble, muy directa, con un corazón verdaderamente grande hacia las necesidades sociales, colaborando desinteresadamente conmigo para mis acciones culturales altruistas sobre este trastorno.
No ha sido fácil.
Primero estuve en un proyecto bajo una propuesta e ideas mías, en el que se me trató con ciertos aires de superioridad por algunos de los miembros que formábamos parte del mismo.
Era bastante doloroso ver cómo todo tenía que ser supervisado por algunos de los compañeros o curadores que te trataban como alguien incapacitado y sin experiencia alguna.
No quisieron darme las claves de algunas de las redes sociales, ningunearon algunos de los eventos que pretendía organizar, ningunearon también otros que sí acabé organizando, y no accedieron a varias propuestas de personajes de renombre que hubieran ayudado a impulsar, más de lo que sí se consiguió, a ese proyecto cultural altruista cuya idea original, repito, era absolutamente mía y de un buen amigo y gran poeta ilicitano.
Todo tenía que ser controlado y supervisado por quienes se consideraban los verdaderos “expertos en la materia”.
Resultado de esa etapa: consecución satisfactoria del objetivo de crear un producto cultural maravilloso y solidario por el trastorno del autismo, pero tristemente manchado por quienes se creían (y posiblemente aún se creen), superiores, no solo a quien hizo la propuesta original, sino incluso a sus compañeros u otros colaboradores del proyecto.
Si alguien se siente aludido, que levante la mano.
Conclusión de esa etapa: finalización e inicio de un nuevo proyecto, con las mismas bases, pero con un grupo de personas cien por cien solidarias sin rencillas, altiveces, ni faltas de respeto entre ellos.
Este nuevo proyecto acabaría convirtiéndose en una asociación cultural por el autismo que en siete años y pico ha publicado un libro con varios participantes, entre escritores, expertos en autismo, ilustradores, etc., así como un par de álbumes musicales solidarios con grandes músicos de varios estilos, algunos auténticos iconos, que no pidieron nada cambio.
Y se realizaron muchos eventos solidarios, recitales, conciertos, conmemoraciones del Día Internacional del Autismo.
Pero, a pesar de todo, volvieron a aparecer los cafres que entorpecen estos proyectos, por causa de su ego altivo personal y destructor.
Exigencias de participantes en el libro solidario de que se les obsequiara con ejemplares gratis.
Recepción de una carta certificada en la que se nos acusaba de asociación capitalista, firmada por un conjunto de desechables personajes (desechables visto como se comportaron), que orbitaban alrededor de una poeta altamente tóxica.
Cantautores de poca altura que eran capaces de pedir hasta doscientos euros por musicar cada poema de un queridísimo y gran escritor más que altruista, ahora ya tristemente desaparecido.
Respuestas con alta falta de respeto por parte de otros cantautores.
Pretensiones económicas desorbitadas de músicos icónicos para participar en festivales solidarios.
Mentiras por parte de empresas cerveceras de primera línea.
Mentiras por parte de entidades financieras de primera línea.
Y más mentiras.
Si alguien se siente aludido, que levante la mano.
Sin embargo, estas lacras quedaron minimizadas y no impidieron realizar una labor cultural de concienciación del autismo de más de siete años, con la participación y colaboración de ese elenco ya comentado de espléndidas personas con gran humanidad y enorme corazón.
Y gracias a ellos, toda la basura anterior quedó en el fondo del pozo de residuos contaminantes y la asociación cumplió con creces con su objetivo, con gran satisfacción por parte de su junta.
Siete años y pico de dura labor solidaria.
Ahora, una vez cesada su actividad, miro con cierta melancolía tan buenos momentos vividos, tantos fenomenales nuevos amigos conseguidos, tantas actividades realizadas.
Y vuelvo a insistir en lo que decía al principio:
“La falta de respeto hace daño, el desprecio por el simple hecho de creerse que se es más importante o se tiene más entidad que los demás provoca graves conflictos entre amigos, compañeros de trabajo, colaboradores y, muchas veces, incluso familiares”.
Solo pido RESPETO, SIEMPRE RESPETO Y EDUCACIÓN.
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