POR CHRISTOPHER BLOH
Fuente: Autism Parenting Magazine / número 104 - Estrategias de transición para niños con autismo
Fotografía: Autism Parenting y Pixabay
Es una creencia común en la comunidad del TEA que los niños con TEA "aman el agua". Aunque esto podría ser una afirmación demasiado generalizada, los cuidadores frecuentemente comparten, hacen blogs y publican comentarios en la web relacionados con el agua.
Se publican con frecuencia anécdotas como "abre los grifos repetidamente para ver correr el agua, pero no se molesta con el agua en un cuenco", "se echa agua a sí mismo y a su hermana", "puede pasar horas en la bañera y a menudo se le encuentra jugando con la manguera", "le encanta hacer cascadas y piscinas", y "todo lo que esté entorno al agua se dirige directamente a ella" (ASD-forum.org.uk, 2008).
El interés por el agua puede ser común entre las personas con TEA, pero ¿qué tipo de agua? ¿Es agua estancada, que fluye, gotea o nada de todo esto?
¿Y qué hay de los baños y duchas?
Según los comentarios personales de los cuidadores (bbc.uk.org), los baños pueden ser atractivos, ya que el agua puede ser ocupada o manipulada. No necesariamente sólo por la higiene, un baño puede ser una oportunidad para ver el agua en movimiento y captar la luz. Las duchas, sin embargo, pueden ser completamente diferentes.
Los cuidadores a veces informan de su oposición a la ducha, ya que puede ser demasiado ruidosa, y las gotas de agua pueden sentirse como "aguijones" o "pelotas de golf" en la piel (themighty.com, 2016). En lo que respecta a esta oposición, no parece haber una plétora de pruebas empíricas dirigidas específicamente a la ducha/baño.
Este comportamiento de adaptación se incluye comúnmente para intervenciones con otras actividades relacionadas con la higiene, por ejemplo, lavarse las manos, cepillarse los dientes, etc. (Veazey et al., 2016). Esto puede no ser sorprendente si se considera que Pituch et al. (2011) estudiaron las prioridades de tratamiento de los padres y la higiene no figuraba entre las diez primeras.
Según el DSM 5 (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013), los criterios de diagnóstico para el TEA varían desde déficits en la comunicación e interacciones sociales, hasta patrones de comportamiento restringidos y repetitivos. ¿Esta última descripción ayuda a explicar las posibles predilecciones por el agua?
Incluido dentro del diagnóstico bajo "patrones de comportamiento restringidos y repetitivos" hay dos calificadores que son plausibles: "intereses altamente restringidos y fijos que son anormales en cuanto a enfoque o intensidad" e "hiper o hiporreactividad a la entrada sensorial o interés inusual en los aspectos sensoriales del entorno".
¿Puede el movimiento del agua y/o el reflejo de la luz de la misma reforzar la "fascinación visual por las luces o el movimiento", identificada como una característica de comportamiento en el diagnóstico? Tal vez la necesidad de estimulación sensorial podría llevar a las personas con TEA a involucrarse en la fluidez (juego de palabras) del agua en movimiento.
Numerosos estudios han sugerido los beneficios de la natación para las personas con TEA, como la mejora de las habilidades sociales (Mortimer et al., 2014; Pan, 2010), la mejora de las respuestas emocionales (Caputo et al., 2018), la aptitud física (Yilmaz et al., 2004), la autoestima (Napolitano, 2017) y las habilidades motoras (Farnaz et al., 2015).
Si bien el interés inherente en el agua, junto con los posibles beneficios del ejercicio acuático, tiene un atractivo, no deja de ser una advertencia. Guan y Li (2017) concluyeron que los niños con TEA tenían 160 veces más probabilidades de morir ahogados que sus compañeros neurotípicos.
Si a esto se suma la tendencia a fugarse de los lugares supervisados y el interés por el agua, la incapacidad de navegar por el agua con seguridad podría suponer una amenaza importante. Los últimos autores (Guan y Li, 2017) recomiendan clases de natación tan pronto como se haga el diagnóstico de TEA.
Otros autores coinciden en la necesidad de impartir formación en materia de seguridad en relación con la natación (Alaniz y otros, 2017; Lepore y otros, 2007; Levy y otros, 2017). Se recomiendan precauciones adicionales para la supervisión activa cerca de los lugares con agua para evitar que los niños con TEA deambulen.
Si bien los cuidadores pueden compartir libremente los comportamientos de juego en el agua de sus hijos (no para la higiene), no se ha difundido mucho sobre las precauciones sensoriales, es decir, tapones para la nariz, tapones para los oídos, equipo de privación sensorial, etc. Además, los cuidadores han informado que la textura de un traje de baño y los gorros de baño pueden ser barreras potenciales para esta actividad (Duquette, 2016).
Al igual que cualquier niño de desarrollo típico, aquéllos con sensibilidad en los ojos, los oídos y la nariz podrían tomar precauciones similares, aunque la tolerancia al uso de estas modalidades sensoriales variará de una persona a otra.
¿Qué pasa con la gente con TEA que tiene miedo al agua?
¿Es eso común o tan común como que aquéllos con TEA tengan interés en el agua?
Las fobias no se limitan a la población típicamente en desarrollo. Por ejemplo, las investigaciones sugieren que las personas con TEA muestran más miedos y fobias que las personas con otras discapacidades del desarrollo o que los compañeros que se desarrollan típicamente (Lydon et al., 2015).
Esto puede no ser sorprendente si se considera que las personas con TEA pueden ser más sensibles a los estímulos ambientales. Además, parece haber una mayor variedad de estímulos que podrían ocasionar temor, identificándose el agua como una fuente de miedo en algunos con TEA (Davis y otros, 2007; Love y otros, 1990; Rapp y otros, 2005; Volkmar y Cohen, 1985). El interés por el agua no puede generalizarse en exceso a toda la población de personas con TEA.
Las investigaciones mencionadas anteriormente sugieren los beneficios de la natación para las personas con TEA. Teniendo en cuenta que la literatura también sugiere la posibilidad de que el agua sea repugnante, ¿cuáles son las opciones para abordar esta aversión? Davis y otros (2007) combinaron la terapia cognitiva conductual y los métodos analíticos conductuales para disminuir la ansiedad hacia el agua.
Love et al. (1990) involucraron a los cuidadores y los hicieron modelar caminando hacia la fuente de agua y vocalizando una falta de miedo. Otra intervención para abordar la evasión del agua fue reforzar la entrada de la persona en varias profundidades de agua (Rapp et al., 2005). En la actualidad, existen algunas investigaciones; lamentablemente, parece haber una escasez de métodos validados empíricamente para abordar la fobia al agua en las personas con TEA.
¿Por qué?
¿Es porque el miedo al agua no parece ser una prioridad en el tratamiento de los TEA?
Tal vez el miedo al agua no es algo que desanime activamente entre los cuidadores. En vista de que alejarse de la supervisión es la actividad más reportada, antes de los incidentes de ahogamiento para aquéllos con TEA (Guan & Li, 2017), el desánimo de los cuidadores es plausible.
Entonces, ¿qué se debe hacer con el potencial de las actividades acuáticas? ¿Alentar? ¿Desanimar? ¿Dar placer? ¿Permitimos que el niño juegue con el agua de maneras diferentes a las de sus compañeros de desarrollo típico? ¿Cuánto tiempo debe el cuidador permitir que el niño con TEA juegue en la bañera? ¿Cuándo consideramos que el niño sólo se está divirtiendo en lugar de tener un comportamiento autoestimulador? Si no está suficientemente estimulado, ¿ayuda el agua? ¿Qué se debe hacer?
Hay un área que deja poco espacio para el debate: la seguridad. Si hay un interés remoto en el agua, se recomiendan las clases de natación junto con una supervisión activa cuando se está en el agua o cerca de ella. Las actividades acuáticas de ocio también podrían utilizarse para fomentar el agua para la higiene.
Si la persona con TEA tiene problemas de sensibilidad relacionados con la ducha, los baños podrían ser una opción, permitiéndole verter agua sobre sí mismo para enjuagarse. Si verter el agua no es una opción, los cuidadores podrían permitirle controlar el vertido (cuánto tiempo debe verterse, cuándo empezar, el tipo de recipiente que contiene el agua, etc.). Si el vertido es demasiado fuerte, los tapones para los oídos son una opción.
¿Qué pasa si él/ella se involucra en un comportamiento auto-estimulador con el agua? Una opción podría ser permitirle "tiempo libre de agua" en su horario, siendo notificado con anticipación con indicaciones vocales y visuales. Además, proporcionar indicaciones de tiempo (recordatorios vocales, temporizador de cuenta regresiva) restante para esta actividad para notificar su conclusión y transición a otra.
Así que, con respecto a la tendencia común de las personas con TEA a sentirse atraídas por el agua, ¿puede considerarse un "hecho"? Debo diferir y sugerir que nada es un hecho. Independientemente de las habilidades y discapacidades, un individuo es único y debe ser comprometido como tal.
Christopher Bloh
Christopher Bloh, Doctor en Filosofía, BCBA-D tiene una licenciatura en Antropología, una maestría en Educación Especial, una maestría en Psicología Educativa y un doctorado en Psicología Educativa de la Universidad de Temple. También es un analista del comportamiento certificado por la junta, de nivel doctoral, que ofrece consultas en el aula sobre el manejo del comportamiento y la instrucción diferenciada. Antes de llegar a la Universidad de Kutztown, el Dr. Bloh enseñó a estudiantes con autismo y a aquéllos con discapacidades físicas y cognitivas en Filadelfia, PA. Sus áreas de interés de investigación incluyen el manejo del aula y del comportamiento a través del Análisis Aplicado del Comportamiento y el aumento de la comunicación para las personas con autismo usando el comportamiento verbal. Ha hecho presentaciones a nivel estatal y nacional mientras publicaba en su campo.
Referencias
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Este artículo apareció en el número 104 - Estrategias de transición para niños con autismo
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