POR IGNACIO PANTOJA
Fuente: Autismo en vivo | 03/08/2021
Fotografía: Pixabay
Los 35 años fueron jodidos, el aprobado de la farmacología general, el comienzo de la pandemia, la desaparición de varias compañeras de la facultad, etc… después un verano pandémico muy duro, con muchísimas restricciones donde cumplí los 36.
Qué decir de estos 36 años que el 3 de agosto llegan a su fin.
Me han abocado a la soledad, todo un curso sin poder ir a la facultad, he echado mucho de menos a algunas compañeras, pero asumo, ya tristemente, que no las volveré a ver en mi vida.
Y eso hace que mi corazón llore de pena.
Durante este curso 20-21 he aprendido a estar semanas, casi meses sin salir de mi casa, a pasar horas y horas dando clases on Line por el cacharro, la pandemia me ha causado una angustia y una depresión terribles.
Volvemos al presente, ahora, este martes día 3 cumplo 37 años, una cifra que contiene dos números mágicos y que parece no tener mucha esperanza.
Y he aprendido a amar la soledad, a querer estar solo, a valorarla y a apreciarla, a necesitar menos de la gente, a entender que no siempre es necesario relacionarse, tener amigos o tener novia, a querer estar solo y en paz.
La pandemia ha hecho estragos en mí, pero también me ha enseñado poderosas lecciones.
Quería citar un pequeño extracto de la Wikipedia:
La extinción de las aves elefante
Pese al enorme tamaño, las aves elefante eran bastante inofensivas y, al igual que gran parte de las otras especies avícolas extintas, bastante torpes, sumando a su vez sus movimientos lentos que oponían muy poca resistencia a sus captores. Parece que tenían pocos enemigos naturales, tal vez los cocodrilos, aparte del hombre, que representaba una amenaza real.
No obstante lo anterior, es común el establecer como la principal causa de su desaparición la extracción y depredación de sus huevos, más que la caza directa del animal. Sus huevos eran apropiados por los nativos como recipientes, por su gran tamaño, y como trofeos por viajeros y corsarios.
A la par de ello, sufrió la constante deforestación de los bosques pantanosos donde vivía y nidificaba. Dicho sea de paso, tal fenómeno se prolongó incluso después de que esta ave desapareciera.
Cuando los franceses tomaron posesión de Madagascar en 1642, las grandes aves elefante probablemente solo sobrevivían en áreas aisladas.
En 1658 el gobernador de Madagascar, Sieur Étienne de Flacourt, aún las incluía en su catastro de las especies de la isla, citándola por su nombre local: “El Voroun Patra es un ave gigantesca que habita en la región del pueblo de los Ampatres (sur de Madagascar), y pone huevos como el avestruz; para que la gente de esos lugares no pueda capturarla, busca los lugares más apartados”. No queda claro si realmente Flacourt vio el Aepyornis o si solo se basó en el testimonio de otros. En el viaje de regreso a Francia, Flacourt fue asesinado por piratas argelinos sin que pudiese aportar nada más a su informe, siendo este el último registro concreto que se conserva de estas aves.
Se estima que los últimos ejemplares habrían perecido en los albores del siglo XVIII. Aun así, versiones poco fiables señalan que incluso a mediados del siglo XIX se habrían avistado ejemplares en la isla.
Cada vez que leo las palabras del gobernador de Madagascar siento una extraña y fuerte nostalgia.
Las aves elefantes eran fuertes y vigorosas y vivieron durante cientos de miles de años, sin embargo, desaparecieron para siempre y nunca más se las volverá a ver.
Eso casi me hizo llorar en 2002 cuando vi un documental sobre estos animales e idealicé resucitarlas en plan Jurassic Park, fue por ello por lo que me metí a biología durante 9 años, cosa que viéndolo ahora con retrospectiva creo que fue un error.
Ahora sin salidas, con 37 años que cumplo y sin trabajo, me veo atrapado en la carrera de farmacia de la universidad Complutense, con muchas asignaturas por hacer todavía y sin vistas a volver a la presencialidad, condenado a dar clases on Line mucho tiempo más.
La esperanza se va yendo año tras año, según pasa el tiempo y cumplimos años, relativizamos mucho más.
Pero como las aves elefante, yo, algún día, desapareceré también para siempre y dejaré un recuerdo que tal vez a alguien le haga llorar.
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