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Conducir un auto para una persona con autismo o Asperger

Actualizado: 9 sept 2020




POR MANUEL CEDEÑO

Fuente: fundación Soy Aspie / 19/04/2017

Fotografía: Manuel Cedeño


Manuel Cedeño, un asperger, nos explica cómo se sentía cuando conducía y todos los problemas que le causaba hasta que tuvo un chófer.

A los veintisiete años de edad, con mi negocio ya en marcha y por buen camino, compré mi primer auto. Manejar tu propio coche da sensación de libertad, de poder, y si se es muy joven, hasta de estatus. En especial en un país como Venezuela donde es tan difícil comprar uno.

Poder conducir un auto es casi un sueño para todo joven, incluyendo a los Asperger o con autismo de alto funcionamiento; es algo que se desea, se anhela y se espera, en especial los varones. Sin embargo las características propias del autismo aunque no imposibilitan conducir, demandan de la persona más atención, que ponga más de sí misma, que se esfuerce más. Conducir requiere recibir, filtrar y procesar una gran cantidad de información a la vez. Debemos ver por los dos retrovisores laterales y por el central, estar pendiente de los peatones que se atraviesan, de los motorizados que no respetan las leyes de tránsito, del largo y ancho del auto, de la perspectiva, de las señales que hacen los otros conductores con las luces, de la distancia de los cuatro extremos del auto hasta los vehículos colindantes, la velocidad, de los cambios y los tres pedales si es un auto sincrónico, del indicador de temperatura, las luces, las señales de tránsito, los semáforos, las señales de los fiscales, las rayas que separan un canal del otro (las cuales a veces están borradas en algunas autopistas), los buhoneros que venden en el medio de la autopista, todo esto es una cantidad de información agobiante para una persona con autismo.

Se necesita saber interpretar muchos códigos y procesar un gran volumen de información simultáneamente a la vez que se filtra, la que no es pertinente para conducir, y esto puede ser, si no imposible, complicado para nosotros.

Antes de adquirir mi primer auto no tuve la oportunidad de conducir. Mis padres, no sé si porque notaban cierta torpeza en mis movimientos o simplemente por sobreprotección, no fueron de los que enseñan a sus hijos y hacen que conduzcan por ellos; y yo eso lo respeté.

Cuando estaba a punto de comprar mi primer vehículo hice un curso de manejo en una autoescuela que quedaba cerca de mi oficina. El auto de enseñanza era un pequeño Volkswagen escarabajo del 72, ruidoso y sin amortiguación lo que aumentaba el estrés y la tensión en la espalda. En la última clase el profesor (un muchacho más joven que yo) me dijo molesto que debía practicar mucho para estar listo. Pero eso no me desanimó, yo estaba decidido a aprender y las ganas que tenía de conducir me daban la suficiente fuerza para hacerlo.

Mi primer auto llegó una semana después. Era un Mercedes Benz con mi misma edad de antigüedad, y sería una joya de colección si su carrocería no estuviese en tan malas condiciones. Pero no me importaba. Era mío, era un Mercedes Benz (la marca de mis sueños) y con él podría viajar, ir, venir, subir, y bajar.

La sensación de libertad es grandiosa cuando tienes tu primer auto en especial si nunca has manejado; pero, dicha sensación se veía empañada por la ansiedad agobiante que sentía luego de pasar varias horas al volante, ya que a todo lo explicado tenemos que sumar mi dificultad en la orientación espacial.

Terminaba el día sumamente agotado, más por el hecho de haber manejado que por la jornada laboral.


La tensión que me provocaba en la espalda y el dolor de cabeza en ciertas ocasiones era peor que el estrés que sentía al viajar en el bus cuando pagaba solo un pasaje y debía compartir todo el camino con alguien sentado recostado de mí todo el camino. La adrenalina liberada por la emoción de la novedad cada vez era menos en tanto que la tensión y el estrés eran cada vez mayores.

He comprobado que si no tenemos compromiso cognitivo, y los asperger no lo tenemos, que podemos aprender todo lo que nos proponemos. Sin embargo y a pesar del aprendizaje, la ansiedad luego de un buen rato manejando, la sensación de estar perdiendo mi tiempo al no dedicarlo durante tanto rato a mis intereses especiales, nunca disminuyeron, al contrario aumentaron.

Es por esto que años después, contraté chofer para que me llevase y me trajera mientras yo concentraba mi atención y mi tiempo en algo más interesante que la ruta plagada de vehículos y motorizados; como leer, escribir, estudiar, atender los asuntos de mi negocio de manera virtual, etc.

Aún manejo. Aunque a mi esposa le gusta ayudarme, muchas veces lo hago como un regalo para ella, pero sólo en trayectos cortos o los fines de semana cuando mi chófer está libre, ella lo entiende y lo acepta feliz.


Manuel, su esposa y su Mercedes



En Venezuela, casi nadie tiene chófer excepto los ricos, el gran @maickelmelamed, y yo, que aunque no soy rico, mi condición particular me lo exige por mi paz. Antes de conocer mi diagnóstico y durante muchos años me cuestioné esto. ¿Por qué mis vecinos que ganan más dinero que yo no tienen chófer? ¿Estoy siendo presumido y ostentoso? ¿derrocho el dinero que mi familia aprovecharía mejor en otra cosa? Me preguntaba. Pero enseguida me respondía que el alivio de no tener que manejar y poder dedicar ese tiempo a mis intereses o simplemente a dormir, escuchar música o escuchar relajado a mi familia no tiene precio y me hacía funcionar mejor, lo que beneficiaba indirectamente a mi familia también. A esto se suma la libertad de poder ir a donde quiera sin tener que buscar puesto de estacionamiento, lo que puede ser muy difícil en Caracas en muchas ocasiones.

Aunque tenía clara las razones por las cuales yo tenía chófer no entendía porque nadie más en mi entorno lo tenía. Para mí era un misterio inexplicable. Yo prefería recortar mi presupuesto un poco aquí, un poco allá para no tener que manejar, ¿pero por qué nadie más lo hacía? ¿Por qué la gente que conocía no prefería viajar leyendo, armando un plan de negocios, jugando con sus hijos, escribiendo o simplemente viendo por la ventana como yo? Esta pregunta que no tenía respuesta para mí sólo encontró contestación cuando recibí mi diagnóstico de síndrome de asperger y entendí que las personas sin la condición tienen mayor facilidad para filtrar y clasificar información en tiempo real; lo que hace que la experiencia de manejar no sea agobiante al punto de preferir pagar un chófer. No es entonces que ellos sean tacaños y que para ellos el dinero valga más que su bienestar como llegué a pensar, sino simplemente que su estructura neuronal les permite hacer esta tarea sin generar el nivel de estrés que yo sentía y de una manera natural o intuitiva, desglosar y atender todas las sensaciones e información relacionadas con el hecho de conducir. Claro que yo también puedo manejar, pero a un costo emocional mucho más alto.

Mi mamá siempre me dijo (cuando ninguno en la familia sabíamos del asperger) que yo no debía manejar, yo me molestaba y no le respondía nada; dentro de mí me decía que sí podía hacerlo, como de hecho, puedo. Pero las madres siempre tienen un sexto sentido. Ahora entiendo por qué me lo decía y entiendo también que hay cosas mucho más interesantes que estar horas detrás de un volante recibiendo y procesando múltiples señales sensoriales sin hacer nada productivo o edificante.

Para finalizar, si eres asperger no te preocupes preguntándote si podrás conducir o no un auto, ¡claro que podrás!, ya llegará el momento y hay cosas mucho más gratificantes. Si eres neurotípico te revelo que la próxima vez que veas a alguien llegar en un Mercedes Benz con chófer, no creas que es una estrella de la farándula o un magnate de los negocios, puede ser sencillamente un aspi común y corriente. Si lo ves con atención a la cara no te sorprendas si se te parece a uno de esos niños extraños que un día conociste en la escuela. Tal vez lo sea.

Lee éste y otros artículos en #BitacoraAdultoAsperger, el segundo volumen de la #TrilogiaDeSoyAspie


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Manuel Cedeño





Es un hombre de negocios con estudios en Economía y Contaduría (UCAB), licenciado en Administración de Empresas (UNA), certificado como Intérprete Público de Venezuela, profesor en la Escuela de Derechos Humanos de Caracas, casado y con hijos. Adulto con síndrome de Asperger. Fundador y presidente de Fundaspie.


Fundación Soy Aspie (Fundaspie)


La iniciativa FundAspie es de nuestro Presidente Lic. Manuel Cedeño (@SoyAspie) Manuel después de haber vivido en la infancia y adolescencia situaciones desagradables (fue víctima de acoso escolar, sólo por ser diferente) siendo un niño que escasamente hablaba; se abrió paso ante la adversidad y con la gran ayuda de Dios hoy por hoy es un hombre feliz, preparado, exitoso y con muchas ganas de ayudar a quien lo necesita.

En 2013, Manuel fue diagnosticado con síndrome de Asperger, diagnóstico que dio respuesta a muchas preguntas que siempre se hizo, ese descubrimiento trajo consigo la necesidad de difundir el conocimiento sobre el autismo y el síndrome que le es propio. Dice que pudo salir adelante y quiere evitar a niños y adultos las situaciones que vivió, ese niño tímido, ensimismado y ausente que fue, quedó atrás. Se ha tomado muy en serio su misión y hoy en día da conferencias y charlas a nivel nacional, dando a conocer a otros cómo se vive la condición, abogando además por una sociedad inclusiva.




Nuestro propósito


Somos una fundación sin fines de lucro que se encarga de la difusión del conocimiento sobre el autismo en todo su espectro, incluyendo el síndrome de asperger, la creación de conciencia sobre la necesidad del diagnóstico y tratamiento temprano, la lucha contra el acoso escolar, el apoyo y defensa de los derechos humanos de las personas del espectro autista, apoyo a las víctimas de acoso escolar, la denuncia y seguimiento de casos de acoso escolar. El apoyo monetario que recibimos es usado para la reproducción de información, así como para becas, terapias y tratamientos del autismo en niños, niñas y adolescentes.



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