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Conexión de la variación genética vinculada al autismo con el comportamiento social de los bebés


Ilustración de Franziska Barcyck



POR ANNA GUI, EMILY JONES

Fuente: Autism Spectrum | 10/08/2021

Fotografía: Cortesía de Franziska Barcyck



Los avances en genética han revolucionado nuestra comprensión de los orígenes del autismo.


Sabemos que cientos de genes con diversas funciones pueden contribuir a la enfermedad, y muchos de estos genes actúan principalmente en la formación del cerebro durante el desarrollo prenatal y postnatal temprano. Pero aún no entendemos del todo cómo estos factores genéticos se traducen en los signos de comportamiento del autismo en la primera infancia.


Los cambios genéticos pueden influir en la forma en que el cerebro se desarrolla y procesa la información sobre el entorno desde la concepción, lo que a su vez podría afectar a los intereses y comportamientos posteriores del niño, un efecto que sólo puede descubrirse estudiando a los bebés. Los estudios de seguimiento de los "baby sibs" -niños que tienen un hermano mayor con autismo y, por tanto, una mayor probabilidad de pertenecer también al espectro- han identificado cambios en el desarrollo cerebral y cognitivo temprano que preceden al diagnóstico de autismo. Estos cambios incluyen alteraciones en el cableado y la estructura del cerebro que se traducen en diferencias en la forma en que un bebé responde a su entorno.


Una de estas diferencias tiene que ver con una respuesta cerebral denominada N290, un descenso de la actividad eléctrica que se produce unos 290 milisegundos después de que el niño vea una imagen. Nuestro grupo tiene pruebas inéditas de que los bebés no autistas muestran una respuesta N290 más tardía a las imágenes de caras en comparación con las que no lo son, lo que indica que su cerebro se fija en las caras, pero los bebés diagnosticados posteriormente con autismo no procesan las caras y las no caras de forma diferente. No está claro cómo esta diferencia en el N290 y otros cambios se relacionan con la variación genética vinculada al autismo.


En un estudio publicado en junio, integramos el análisis genético en una investigación de la respuesta N290 en bebés hermanos. Esto nos permitió empezar a identificar los cambios cerebrales asociados a genes y rasgos clave relacionados con el autismo. El enfoque también puede poner de manifiesto oportunidades de intervención.


Nuestro estudio se centró en las respuestas del N290 porque es un marcador de la atención a la información social, que es una vía candidata clave a través de la cual los factores genéticos pueden contribuir a los rasgos del autismo. La atención es una puerta de entrada al aprendizaje, y prestar atención a otras personas proporciona a los bebés un acceso crítico a la información que necesitan para aprender sobre el mundo social. Los cambios inducidos genéticamente en la atención social podrían afectar al aprendizaje social temprano e influir en el desarrollo social de los niños autistas. De hecho, los estudios han indicado que otras medidas de compromiso social son altamente heredables, que las medidas de interacción social de los padres se relacionan con las medidas cerebrales de compromiso social en sus bebés y que los cambios en el compromiso social presagian un diagnóstico de autismo.



Tiempo de cara


Utilizamos la electroencefalografía para medir la velocidad de la respuesta N290 en 81 bebés hermanos y 22 bebés sin antecedentes familiares de autismo cuando los niños tenían entre 6 y 10 meses de edad. También se calculó la "puntuación poligénica" de cada bebé, es decir, la suma de todas las variantes genéticas comunes asociadas al autismo y a otras enfermedades en su ADN.


Los bebés con una mayor predisposición genética al autismo y otras afecciones presentaban una respuesta N290 más corta a las caras que a las imágenes no faciales. Este trabajo confirma que una de las formas en que los genes relacionados con el autismo pueden contribuir a sus rasgos es alterando las respuestas del cerebro a la información social durante el primer año de vida. Nuestro trabajo también apoya la idea de que las puntuaciones poligénicas pueden ayudar a revelar los vínculos causales entre los rasgos del autismo y la propia enfermedad.


Nuestro estudio forma parte de un estudio longitudinal prospectivo denominado British Autism Study of Infant Siblings (Estudio Británico sobre el Autismo de los Hermanos Menores), que ha estado siguiendo a los hermanos menores desde la infancia hasta la mitad de la niñez y que combina evaluaciones conductuales con técnicas de neuroimagen y biométricas. Relacionar estas medidas con las diferencias en el ADN nos ayuda a comprender cómo los genes afectan al desarrollo del cerebro para influir en el comportamiento. Por ejemplo, tenemos previsto comprobar la relación entre las puntuaciones poligénicas y la actividad cerebral medida cuando los bebés ven vídeos de escenas sociales o participan en interacciones del mundo real, que podrían representar mejor las experiencias cotidianas de los bebés.


Continuamos el seguimiento de los bebés a medida que crecen y se les evalúa para el autismo y otras condiciones, y para examinar cómo el desarrollo cerebral temprano de los niños, el comportamiento y la genética se relacionan con sus resultados de diagnóstico. En un estudio en el que se utilizó tecnología de seguimiento ocular con más de 300 bebés, descubrimos que las miradas más largas a una imagen de una cara presentada entre otras imágenes estaban relacionadas con las puntuaciones poligénicas del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y no con el autismo. Curiosamente, este indicador de seguimiento ocular de una menor flexibilidad en los desplazamientos de la mirada también se asoció con elevados rasgos de TDAH, pero no de autismo, a la edad de 6 años.


A medida que empezamos a explorar los efectos de la genética en el desarrollo temprano del cerebro, también debemos considerar las implicaciones éticas y sociales de nuestro trabajo. Estas asociaciones no implican cambios deterministas que predestinen a un niño a un futuro inmutable. Por el contrario, creemos que la identificación de los cambios cerebrales tempranos asociados a determinados perfiles genéticos debe utilizarse como punto de partida para investigar los cambios ambientales que necesita un niño para desarrollarse de forma óptima. De hecho, las intervenciones tempranas que enriquecen el entorno social de un niño y le ayudan a relacionarse con los demás podrían aliviar con el tiempo algunas dificultades relacionadas con el autismo.


A largo plazo, la comprensión de los efectos de la genética en el cerebro en desarrollo debería crear una nueva urgencia para delinear los entornos óptimos para los niños con diferentes perfiles genéticos y optimizar sus trayectorias de desarrollo.


Anna Gui es investigadora postdoctoral en ciencias psicológicas en el Centro de Desarrollo Cerebral y Cognitivo de Birkbeck, Universidad de Londres, en el Reino Unido. Emily Jones es profesora de neurodesarrollo traslacional en el centro.


Cite este artículo: https://doi.org/10.53053/IZSQ9571



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