POR TULIKA PRASAD
Fuente: Autism on the Mighty | 20/04/2021
Fotografía: Getty
Según mi experiencia, la felicidad tiene una interesante capacidad para cambiar de forma. Al igual que un líquido, se filtrará, se colará o llenará tu vida, sin importar tus circunstancias.
Todo el mundo encuentra su razón para ser feliz. Así que cuando recibimos el diagnóstico de nuestro hijo y nos dimos cuenta de que todas las razones que habíamos tomado prestadas del mundo que nos rodeaba para definir lo que debía significar la felicidad para nosotros debían ser desechadas o redefinidas, nos sentimos devastados. En retrospectiva, creo que la conmoción del diagnóstico y lo que creíamos que significaba nos llevó a examinar los acontecimientos de nuestra vida futura y a no prever nada que nos diera alegría. Pero creo que la felicidad encuentra su camino. Siempre.
Durante casi una década, he pasado por la autoduda un millón de veces. Me he preguntado si lo que llamo felicidad, ¿es real o es una pretensión de felicidad? ¿Estoy tratando de apartar la mirada de nuestro dolor y nuestras preocupaciones poniendo una fachada de cara sonriente y una alegría ignorante? ¿Estoy confundiendo otra cosa con la felicidad porque temo tener muy pocos motivos para ello?
Cuando los niños de la edad de mi hijo hacían amigos y organizaban citas para jugar, nos emocionábamos si nuestro hijo nos devolvía el saludo o se daba la vuelta cuando le llamábamos por su nombre. Mientras sus compañeros hablaban de su superhéroe o deportista favorito, nosotros sonreíamos todo el día por el hecho de que nuestro hijo fuera capaz de decir "agua" cuando tenía sed y "cereales" cuando tenía hambre. Cuando sus compañeros de clase componían pequeños poemas y escribían redacciones, nos extasiaba el hecho de que nuestro hijo pudiera identificar sus letras.
Ahora, con casi 12 años, no hemos dejado de alucinar con el hecho de que sepa escribir a máquina y deletrear su nombre. No recuerdo cuántos vídeos he hecho de él tecleando su nombre y estoy segura de que mis amigos están siendo educados al no decirme que ya he compartido esos vídeos con ellos más de un par de veces. Aunque nuestra felicidad rara vez coincidía con la de otros padres, encontrábamos nuestras propias razones para sonreír.
A veces me pregunto si es un delirio por mi parte pasar la mayor parte de los días riendo, jugando y correteando con mi hijo, hablándole de cosas al azar mientras él me mira con sus grandes ojos curiosos cuando debería estar preocupadísima por el hecho de que todavía tengo que ayudarle con todas sus rutinas diarias. ¿La felicidad me está jugando una mala pasada, o en general estoy contenta con nuestra vida? ¿He hecho las paces con mi situación y he permitido que la felicidad impregne nuestras vidas? Me encuentro cuestionando esto de vez en cuando.
Hace poco, alguien cercano celebró un gran hito de su hijo, algo que creo que es poco probable que mi hijo logre. Mientras me regocijaba en su felicidad, volví a casa preguntándome si alguna vez estaré en la misma etapa que ellos; ¿alguna vez experimentaré la felicidad como ellos? Mientras reflexionaba sobre estas cuestiones, como he hecho tantas veces en el pasado, compartí mis pensamientos con mi marido. Sin perder un instante, me contestó: "¡Claro que seremos felices! Seremos un tipo de felicidad diferente". Era una frase sencilla, pero dio en el punto justo de mi corazón, haciendo volar mi reticencia a ser feliz con el abandono y trayendo la suave brisa de la aceptación total.
Una clase diferente de felicidad es lo que somos. Eso es lo que define nuestra felicidad. Nuestra felicidad está más en las pequeñas cosas: una palabra nueva dicha, una textura diferente tolerada, un abrazo cálido inesperado, un intento fallido, pero un intento al fin y al cabo, una noche completa de sueño, un paso de baile torpe pero un paso bien, una canción que intentamos juntos con él murmurando, ese grito de alegría cuando le llevamos a la piscina, la risa cuando le empujamos en el columpio, las risas que le produce montar en bicicleta él solo, una nueva habilidad dominada que pensaban que no podría, una foto en la que miraba directamente a la cámara, su alegría cuando le dan su helado favorito. Nuestros motivos de alegría son innumerables y únicos.
La felicidad no se nos escapa, sólo viene en diferentes formas, tamaños y colores para que la experimentemos en toda su belleza. Puede que no se parezca a tu tipo de felicidad porque es la nuestra: un tipo de felicidad diferente. Creo que no importa cuál sea tu circunstancia, la felicidad encontrará su camino en tu vida. Lo que hay que descubrir es cómo se presenta. En nuestro caso, tomó la forma de nuestro hijo.
Tulika Prasad
@tulika_prasad | colaborador
Tulika es madre de Vedant, a quien se le diagnosticó autismo cuando tenía poco menos de 3 años. Se formó para ser ingeniera de software, pero el diagnóstico de su hijo pronto cambió su interés. Dirige su blog en www.braindroplets.com. Le apasiona la promoción y es embajadora voluntaria de AutismSpeaks para el estado de Ohio.
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