https://www.facebook.com/AutismoVivo0/ Las dificultades de un “Aspie” en la Universidad
top of page

Las dificultades de un “Aspie” en la Universidad

Actualizado: 10 sept 2020




POR IGNACIO PANTOJA

Fuente: Autismo en vivo

Fotografía: Bing Images


Como siempre, Ignacio nos hace reflexionar sobre la amabilidad de la vida. Con comprensión todo es más fácil para los/las autistas.

Aunque Asperger, tengo un título universitario, dos en realidad, pues tengo un máster y este año empezaré a cursar la carrera de farmacia, ya que no encuentro trabajo de lo mío.

Cursé Biología en la Universidad Autónoma de Madrid; fue una época muy difícil para mí, no solo por las relaciones con l@s compañer@s si no, también, por la dificultad que suponía lo poco adaptado que está, o estaba entonces, todo lo relacionado con la actividad académica para una persona como yo, y en general para personas con trastornos del espectro del autismo (TEA).

Por ello en este artículo quiero centrarme en el paso, en algunos aspectos de mi paso, por la Universidad.

Ingresé en la Universidad Autónoma en octubre de 2004 con las ideas muy dispersas respecto de todo; y en un aislamiento social muy grande; los primeros meses todo fue un caos, las clases me parecían muy grandes y me agobiaba, me costaba atender y todo era muy caótico, o me lo parecía a mí y así lo sentía; no se podía interrumpir a los profesores como en el colegio, ya que había unas clases muy numerosas y el trato era diferente, la gente no se comportaba mal ni hablaba en clase; claramente la actitud había cambiado aunque me seguía sintiendo aislado, tanto social, como académicamente.

Otro problema grave que encontré fueron las prácticas, Biología es una carrera muy práctica y había de todo tipo: geología, histología, física, química, etc… Yo soy un desastre y no conseguía enterarme de nada porque me abrumaba la cantidad de gente que había a mi alrededor y el estrés que pasaba, acababa por querer irme; me sentía muy agobiado e inquieto.

Muchas prácticas tuve que repetirlas porque no me había enterado de nada durante las mismas y no sabía entregar los resultados.

Fue todo muy difícil; empecé estudiando con un compañero de clase que había sido antes compañero del colegio, pero no conseguíamos ponernos al día, así que empecé a ir a una academia y allí conseguí aprobar dos exámenes ese cuatrimestre de cinco que tuve; fue todo muy caótico, pero los dos profesores que tuve en la academia me ayudaron a empezar a centrarme.

Por lo demás, en la propia Universidad no había mucho apoyo ni organización para una persona con un trastorno del autismo, como en mi caso. Gracias a que mis padres pudieron correr con el gasto de pagar una academia, para que me ayudaran con las materias poniéndolas a mi alcance (lo que me hizo – y me hace- reflexionar por la situación de aquellos estudiantes que no pueden contar con el apoyo familiar), y que me obligaba a ir casi todos los días, de lunes a viernes, para hacer ejercicios de manera individual. En la Universidad apenas se conocía mi discapacidad, solamente se tenían algunas referencias de Ángel Rivière, profesor de psicología de la misma Universidad (que por cierto es la persona que da nombre a la fundación donde soy usuario, porque fue uno de los profesores que dio a conocer este trastorno en España). En esa época el rector era Ángel Gabilondo, y la Universidad tenía una oficina de discapacidad muy orientada a discapacidades funcionales y sensoriales, con personas trabajadoras y entregadas a su labor, pero poco conocedoras del TEA.

Tal es así, que durante el primer año solamente fui a esa oficina para que me hicieran algunas adaptaciones curriculares, tales como hacerme cuatro parciales en vez de dos o que los profesores me hicieran más tutorías, pero no conseguí ayuda ni para las prácticas, ni para las relaciones con los compañeros.

Durante el siguiente año me pusieron un tutor, de la propia oficina, también afectado de una discapacidad, pero sensorial y que, pese a su buena voluntad y esfuerzo, no conseguíamos comprendernos, tal es así que, transcurrido un año, se interesó por primera vez por mi discapacidad y sus características. No era fácil entendernos sobre esas bases.

Porque, ese mismo año, tuve un problema con algunos compañeros y me sentí muy asustado, incluso dejé de ir a las clases. Conseguí salir de esa situación, gracias a la ayuda que algunos profesores, y también algunos compañeros, a los que estaré eternamente agradecido; ellos me ayudaron a superar esa situación. Porque pequeñas cuestiones, o diferencias con compañeros, para mi suponían, y suponen, problemas de difícil solución que me desestabilizan e impiden rendir normalmente.

Como no tenía quien explicara mi situación en las aulas, fueron mis padres los que trataron de exponer mis dificultades. No todos los profesores lo entendían. Desde la oficina de apoyo a la discapacidad organizaron unas charlas informativas para profesores y alumnos; esas charlas las dio mi tutor, que, pese a su buena voluntad, no consiguió trasmitir mis problemas ni mi estado de ánimo, y lo único que conseguí es sentirme aún más alejado de compañeros e incomprendido por otros de mis profesores.

Al fin, estando cursando el cuarto año, la oficina pudo contar con más medios y me asignaron de tutora a una profesora de psicología que entendía el Asperger y con la que empecé a trabajar; nos veíamos una vez por semana. Entre ella y los profesores que me conocían y demostraban una sensibilidad que ahora y siempre agradeceré, empecé a disfrutar de la biología y a cursar con más normalidad las asignaturas.


Pero el quinto año me cambiaron otra vez la tutora. Mi situación, que empezaba a mejorar, volvió a sufrir un retroceso. Y éste ya era grande, pues ya acumulaba mucho retraso, tanto académico como de relación con compañeros. Me sentía muy muy agobiado, estaba en mi quinto año en la facultad de Biología y aun me quedaba una asignatura de segundo curso y solo tenía aprobada una asignatura de tercero.

Ahora escribiendo estas líneas y echando la vista atrás, no me extraña nada que acabar la carrera nueve años después de haberla empezado; el 20 de mayo de 2013 explique mi TFG (Trabajo de Fin de Grado).

Miro hacia atrás y contemplo como mi adaptación fue un camino tortuoso, tanto porque la Universidad Autónoma de Madrid no estaba adaptada a personas con TEA, como porque muchos compañeros, por desconocimiento, insolidaridad, o simplemente porque la vida hace que cada uno se preocupa exclusivamente de los suyo, me colocaron en una situación que, si bien para otras personas puede ser simplemente incómoda, para mí suponía marginación y sentimiento de estar discriminado.

Ciertamente ahora mismo creo que la Autónoma está mejor preparada para ayudar a personas con TEA; una prueba de ello, es que el Centro de Psicología Aplicada que dirige Mercedes Belinchon, hizo junto a la profesora Eva Murillo, bajo el rectorado de Ángel Gabilondo, el folleto de adaptación para personas con autismo en la Universidad, un gran avance para los estudiantes universitarios con TEA. Y la oficina de apoyo cuenta con mayor experiencia y conocimiento en TEA.

Ahora confío, en que, la nueva andadura universitaria que voy a comenzar en la Universidad Complutense, sea más amable. Confío en ello, porque he tenido la oportunidad de conocer a algunas personas que trabajan en la oficina de apoyo a estudiantes con discapacidad y cuentan con amplia experiencia en TEA. Y conseguir que, para mí, y para todos los estudiantes con TEA, en esta y en todas las universidades, no sea lo que una parte de mi paso por la Autónoma constituyó una suerte de travesía del desierto, muy larga y muy dura.


101 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page