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Natalia




POR IGNACIO PANTOJA

Fuente: Autismo en vivo | 27/11/2021

Fotografía: Pixabay



Natalia miró hacia el horizonte, aquellas motas de color morado anunciaban que en breve saldría el sol por donde el color negro de la noche empezaba a convertirse en azul.


El conducto de alta velocidad que recorría el océano Atlántico en media hora iba a llegar a su destino, a lo lejos veía las inmensas torres de Lisboa, la segunda ciudad más grande de Iberia; después cogería un bulsko a Madrid que llegaría en 10 minutos.


Desde que se inventaron, el coche no era necesario, además se alimentaban de oxígeno así que no hacía falta usar recursos caros y difíciles de encontrar, los accidentes eran imposibles, solo tenías que meterte y te llevaría a donde quisieras a una velocidad impresionante y jamás se chocaría con otro pues todos estaban programados para no acercarse a menos de 30 metros uno de otro. Además no podía chocar contra nada pues flotaban a un metro del suelo.


Por fin llego a la ciudad de Lisboa, se había levantado muy pronto desde New York la tercera ciudad más grande del país americano, ya que en el continente no había fronteras , pasadas guerras y guerras.


Nada más llegar, el sol empezaba aun sin salir a dar sus primeros rayos; toda la superficie de las ciudades era verde, el ser humano se había reencontrado con la naturaleza ya que era casi inmune a ella, el VIH y la gripe habían sido erradicados hace mucho tiempo, y si aparecía algún mal nuevo en pocos minutos el ser humano seria insensible a él.


Natalia era aún muy muy joven a pesar de sus casi 30 años, en un mundo donde los 200 se solían pasar. Era muy difícil sentirse algo mayor y con autoridad para algo.


Camino tranquilamente hasta que vio la parada de los bulskos, no hacía falta pagar nada, una vez que el hambre y las guerras desaparecieron del mundo no era necesario el dinero.


Observó la ciudad, las ciudades-edificios de más de 5000 metros de alto, las subterráneas, las enormes plazas llenas de palomas gigantes de más de 2 metros en las que a veces se montaban los niños; los perros de múltiples razas, que no tenían pulgas defecaban, los gusanos gigantes que jugaban con la gente y sobre todo la cantidad de árboles de colores, algunos daban frutas gigantes capaz de alimentar a una ciudad y también los árboles de carne, ya que en aquel mundo no había necesidad de matar a los animales porque los podían producir esos tejidos.


Cuando cogió el bulsko, este sintió a dónde quería ir y en poco menos de diez minutos llegó al hospital.


Cuando llegó un insecto inteligente le dijo que su novio estaba en el cuarto piso y lo siguió, vio perros y gatos cuidando y consolando a ancianas y unos seres redondeados que hacían de mascotas de los niños.


Anduvo triste y cabizbaja por las últimos pasillos del gran hospital y por fin, guiada por el insecto inteligente; estos habían empezado a ser utilizados por la humanidad hacía siglos ya; primero se utilizaron con fines bélicos, para espiar al enemigo, después se les enseñó a comunicarse y más tarde se les diseñó un programa para que pudiesen emitir sencillos sonidos, además de eso con la biotecnología se les dio más inteligencia y mayor tamaño en algunos casos, no fueron los únicos, había pulpos, peces y sobre todo animales domésticos que podían apoyar y consolar al amo como perros, gatos, cobayas, pájaros, etc...


Aún así no siempre era posible vivir sin la ausencia de otros humanos. Sus padres habían muerto en su niñez en un viaje de pocas horas hacia Marte, desde que se empezó a colonizar y a plantar allí los viajes se habían hecho algo común, el primer viaje a Marte tardo un año pero ahora con la mejora de la tecnología en menos de un día se podía viajar sin problemas, desgraciadamente era como a principios del siglo XXI viajar en coche, a veces algo fallaba y se producía un accidente mortal.


Los padres de Natalia murieron cuando ella tenía solo 8 años y había desarrollado una crisis muy grande que le hizo estar ausente de la realidad mucho tiempo, estuvo en un internado varios años hasta que consiguió salir y se sacó la carrera, ahora su novio lo era todo para ella, pero sin embargo volvió a cometer el mismo error de viajar a Marte y se había seccionado la cabeza; ahora todo era curable y se podían regenerar todos los miembros del cuerpo, sin embargo los médicos no estaban seguros.


Llegó a la sala donde estaba su novio metido en una cápsula donde robots trabajaban por su vida duramente, no se necesitaba sangre ni órganos para seguir vivo ya que todo se podía regenerar, sin embargo una cabeza era muy difícil, algunas veces se había conseguido pero siempre la persona volvía tocada; es por lo que decían que el alma nunca puede volver ya que es algo espiritual.


-Señorita Natalia- dijo un hombre a su espalda, era un hombre canoso con gran bigote blanco y ojos azules, estaba en plena forma a pesar de sus 123 años de edad- lamento decirle de que no van bien las cosas...-dijo mirando al suelo.


Miró a su novio otra vez de manera triste y después se alejó y puso la mano encima de su vientre donde algo se movía, algo humano, había cosas que a pesar del increíble aumento tecnológico y médico seguían siendo igual que sus antepasadas de siglos y siglos.




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