POR ISABEL COMPANY
Fuente: Autismo en vivo
Fotografía: Metrópli Abierta
La empresa Suara Cooperativa y el ayuntamiento de Barcelona lo han vuelto a conseguir: dejar sin la ayuda de servicio de atención domiciliaria a un menor autista.
Debido a la pandemia del COVID-19 la vida de todos se nos ha trastocado, viviendo en una completa incertidumbre de manera constante. Hemos intentado ser amables, comprensivos, obedientes… en definitiva, estar a la altura de las circunstancias “raras” por las que estamos pasando.
Pero cuando ya llevamos no sé ni cuantos meses confinados (prefiero no contarlos), cuando parece que, más o menos, las aguas han vuelto a su cauce… ¡Llega el mes de agosto! Ese bendito mes en el que nada funciona y la pandemia viene como agua de mayo.
Para los que no sepan lo que es el servicio de atención domiciliaria (SAD), es una prestación que contempla la Ley española de los derechos de las personas con discapacidad, y que consiste en que acuda una trabajadora familiar al domicilio de la persona discapacitada para hacer que su vida sea más llevadera. Hay otras modalidades, pero éste es el caso. Una ley muy turbia que los padres nos tenemos que ir enterando a macutazos o por “radio informa FM”, o por www.ustedmismo.com, ya que la propia administración pública se encarga de no dar esa información y la tienes que arañar; eso sí, primero cursa la carrera de Derecho o te va a parecer latín. De esto ya hablaré algún día: de la gran administración pública que tenemos en este país, España.
Dicho esto, en el caso de mi hijo, tiene asignada una trabajadora familiar que lo ayuda a levantarse, vestirse, desayunar y luego lo lleva a la parada del autocar escolar. Cuando había colegio, claro. Ahora, con la pandemia, salían a hacer “paseos terapéuticos” por la ciudad de Barcelona, que es donde vivimos.
Mi hijo tiene 17 años, es un tiarrón ya. La trabajadora familiar tiene 26, Carolina, una mujer de casi 1.80 m de estatura; así que es joven, alta y muy guapa. Mi hijo está encantado con ella.
Hasta ahora todo bien. Por las tardes, lo recogía de la parada otra trabajadora, Ruth. El recorrido se hacía a la inversa: de la parada a casa, en casa merendamos y nos ponemos cómodos. Ruth no es tan alta, pero sí tan guapa y cariñosa como Carolina, así que mi hijo, también está encantado con ella.
¿Cuál es el problema entonces? Pues que llega el bendito mes de agosto y Carolina tiene que hacer vacaciones. ¿Pero está Ruth? Que también conoce perfectamente a mi hijo y ya ha hecho las vacaciones.
Aaaahh, pues todo arreglado, hasta que… Ruth entra en un protocolo por coronavirus ya que una usuaria de otro servicio tiene fiebre y no puede venir… Ahora empiezan todos los peros.
Llamada del “coordinador” de la empresa Suara coopertiva que es la que da el servicio, 48 horas antes de que Ruth comience la suplencia de Carolina por vacaciones:
- ¡Isabel! Malas noticias. Voy al grano: no tienes servicio hasta dentro de 10 días.
- ¿Cómo…?
Empieza a darme nombres de personas que no conozco de nada para suplir a la suplente. Me pone la cabeza como un bombo y cuando llegamos a un acuerdo, lo vuelve a hacer: me dice que la que suple a la suplente no se puede quedar a solas con mi hijo o que no hay servicio. Y ahí es cuando entro en “modo mamá”, doy el puñetazo en la mesa y comienzan las acciones. Estoy enfadada no, lo siguiente.
Primero: pongo una reclamación telemática al ayuntamiento de Barcelona para que quede constancia por escrito ese mismo día. Al día siguiente:
Segundo: llamo al teléfono de atención gratuita del ayuntamiento 010 y tras más de 10 minutos en espera me atienden:
- Hola soy Gilberto, ¿en qué la puedo atender?
Yo, que ya estaba histérica de escuchar “nuestros agentes continúan ocupados” y una música de guitarrita barata de fondo le suelto:
- ¡Lo siento Gilberto, pero te ha tocado a ti! Necesito hablar con los servicios sociales de mi zona para poner una reclamación porque, o acepto el servico modificado o no tengo servicio.
Hay que reconocer que el tal Gilberto no tenía ni idea de nada de lo que le estaba hablando porque me manda al departamento de la Generalitat de Cataluña, cuando la competencia es del municipio.
Bueno, la llamada ha sido una pérdida de tiempo y ya con la cabeza que me echaba humo, llamo a un teléfono que sale en la web del ayuntamiento.
- Bienvenido al teléfono de información de los servicios sociales del ayuntamiento de Barcelona.
Volvemos a escuchar “nuestros agentes continúan ocupados” y la música de guitarrita barata de fondo durante no sé cuántos minutos más. Ya entro en “modo ¿perdona? ¿Qué?”
Me atiende una voz de mujer sin nombre, que tampoco tiene ni idea de nada. Me pasan a un chico que se pone a tomar apuntes. No sé por qué siempre pongo a escribir a todo el mundo.
Me pongo a hablar en mi modo inteligente de confundir a la administración (hablo una palabra en catalán y otra en español) y ponerla nerviosa.
Después de 13 minutos de conversación me vuelven a pasar con otra mujer, que parece que sí sabe lo que tiene que hacer, que no es tan difícil: anotar mis datos y el problema que tengo para transferirlos a los servicios sociales, que le corresponden a mi hijo por la zona de distrito en la que vive.
Esto era a las 13 horas del mediodía, el servicio se debería iniciar mañana, sólo trabajan hasta las 15 horas. Son las 20 horas y todavía no han dado respuesta. No hay servicio.
Conclusión: les importamos un pimiento a la administración pública. El ayuntamiento de Barcelona, Cataluña, España, sigue vulnerando los derechos de las personas con discapacidad. Suara cooperativa, sigue robando horas a los usuarios del servicio y cobrando por no darlo, nada más y nada menos que a 25€/hora. La ciudad de Barcelona tiene casi 300.000 usuarios con el derecho al servicio de atención domiciliaria. La ciudad de Barcelona tiene una dotación de más de 1.000.000€ al año solo para la empresa Suara coopertiva. El ayuntamiento de Barcelona nos roba. Nos roba el dinero y nos roba la poca calidad de vida a la que tenemos derecho y Suara coopertiva se enriquece con los más débiles. Ahora saquen las suyas.
Consecuencias: nos veremos en el juzgado. Encantada de vivir en este país libre, democrático, inclusivo, integrador, accesible y todas las lindezas que se les ocurra decir a nuestros representantes políticos.
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