POR MICROBIOTA INSTITUTE
Fuente: Biocodex | 12/07/2024
Fotografía: Shuterstock
Está cobrando fuerza cierta teoría, aparentemente respaldada por varios estudios, según la cual un desequilibrio de la microbiota intestinal es un factor importante, quizá incluso causal, de los trastornos del espectro autista.
¿Podría ser, por tanto, la microbiota un objetivo para el tratamiento del autismo? Sin embargo, esta disbiosis no es una causa, sino una consecuencia de los comportamientos alimentarios relacionados con el autismo, sugieren los autores de un amplio estudio metagenómico publicado en Cell.
Desde hace varios años, la comunidad científica muestra un gran interés por la posibilidad de que exista una relación entre la microbiota intestinal y los trastornos del espectro autista. Es evidente que cada vez hay más pruebas de la asociación entre la microbiota intestinal y determinadas afecciones neuropsiquiátricas. Además, estudios con ratones parecen haber demostrado que el trasplante fecal de pacientes autistas desencadena «comportamientos autistas».
Por último, las personas con autismo suelen padecer trastornos gastrointestinales. Espoleados por este conjunto de pruebas, varios equipos han tratado de poner de relieve el importante papel, tal vez incluso causal, que podría desempeñar la disbiosis intestinal en el autismo. Esto permitiría comprender, diagnosticar e incluso tratar mejor los trastornos del espectro autista actuando sobre la microbiota.
Disbiosis y autismo: ¿un vínculo exagerado?
Sin embargo, al examinar todos los estudios y metaanálisis ya realizados sobre este tema, un equipo de investigación australiano cree que esta conclusión es un tanto prematura. Con métodos diferentes, a menudo basados en tamaños de población pequeños, sujetos a cierto sesgo y que rara vez tienen en cuenta factores de confusión como la dieta y la edad, e incoherentes en sus resultados de análisis microbianos... estos estudios no constituyen, según este equipo, un argumento convincente.
Por ello, los investigadores realizaron un estudio metagenómico de la microbiota intestinal de 247 niños australianos (99 diagnosticados de autismo y 148 no). Su análisis incluyó otros factores conocidos que alteran la microbiota intestinal, como elementos dietéticos, clínicos, genéticos, psicométricos y demográficos. Descubrieron que la composición de la microbiota intestinal de estos niños mostraba diferencias insignificantes entre los grupos autistas y no autistas. Sólo la abundancia de la especie Romboutsia timonensis parece estar relacionada con los trastornos del espectro autista. Además, no pudieron reproducir los resultados de estudios que afirmaban haber establecido un vínculo entre determinadas especies de la microbiota (por ejemplo, Prevotella y Bifidobacterium) y el autismo.
Falta de diversidad de la microbiota asociada a la falta de variación en la dieta
Por otro lado, el estudio sí encontró cambios en la composición de la microbiota intestinal de los niños autistas que se correlacionaban con la dieta, la consistencia de las heces y la edad. Ciertos rasgos autistas, como una gama más reducida de intereses, comportamientos repetitivos y claras preferencias sensoriales, podrían afectar a su dieta. Según el equipo de investigación, el autismo conduce a una dieta menos variada y, por tanto, de peor calidad. Esto contribuye a una menor diversidad de la microbiota intestinal, lo que a su vez se traduce en heces más blandas, indicativas de problemas digestivos.
Ampliamente difundido en los medios de comunicación, este artículo va a contracorriente de las teorías sobre un vínculo entre la microbiota intestinal y el autismo. Sin embargo, los autores creen que las medidas dietéticas podrían ayudar a reequilibrar la microbiota intestinal de los niños autistas y aliviar así sus trastornos gastrointestinales, mejorando al mismo tiempo su salud general.
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