POR JOSEP-ORIOL VACA KIRCHNER
Fuente: Autismo en vivo | 01/03/2024, Barcelona, España
Fotografia: Josep-Oriol Vaca Kirchner
El texto desea sugerir al lector expectativas reparadoras, basándose en la experiencia personal del autor y con un tratamiento literario reflexivo y tonificante.
En un conocido audiovisual sobre autismo que programó la Televisión de Catalunya hay un corte donde un padre expresa a otros padres y madres: “Hay que demostrar que estos niños… tienen un lugar…” rompiéndose en este momento su voz ―entre muestras de apoyo―. Desde luego quien hablaba lo tiene igualmente, y yo vengo para decir que ese lugar no es olor de hondo golpe, o casi peor, de prueba que alguna altura desinformada necesite. El aroma es de algo incomprensiblemente confiado.
No voy a presentarme mucho. Soy un funcionario que escribe, y que tiene con su esposa al bello Isaac (23). Hasta hace poco más de diez años, en su desarrollo no se encendió ninguna luz de alarma, pero al entrar en la nueva escuela de bachillerato se nos clavó. Todo lo demás, a partir de aquí, no sería mi tema ahora mismo.
Lo es cómo nos “llevamos” con el destino, según nos ha deparado y sigue deparando. Aunque de entrada me gusta más: según nos ha reservado. Lo reservado es algo que no es para cualquiera. Volar, por ejemplo. O abordar un “Código Azul” y conseguir, bajo el sudor, la normalización de un pulso. Grande por reservado; y reservado por grande. Alguna vez, cuando afeito a Isaac y fija su mirada en mí desde tan cerca, algo grande pronuncia mi nombre. Eso es a lo que me enfrento. No a ningún error 404.
Me ilustraré con el futbol. Particularmente por este himno que desde hace sesenta años recibe al FC Liverpool en su estadio (Yu’ll never work alone). En efecto, la grada canta al equipo a pleno pulmón “Nunca caminaras solo”. Un gran clima, sin duda, pero sobre algo que no es cierto. Al menos en los límites del terreno de juego, nadie podrá bajar a impulsar un balón, o como se dice, a poner la pierna. Lo que ahí suceda está reservado a unos únicos protagonistas, los cuales no sólo juegan solos: ante ellos hay una contra seria que ―nunca mejor dicho― comparte la misma categoría. No obviaré la parrilla de recursos y apoyos, tanto facultativos como emocionales, que circunda nuestra experiencia humana (en casos, sobrehumana); pero me temo que hay una barrera entre lo prescriptivo, y el papel mismo de los familiares, y la arena del coliseo. Aun así, no deseamos que esta nube de allegados sufra. Lo entendemos como nuestra personal asignación, pero definitivamente voy a hablar de elección.
Alguien, algún “caza talentos” con gabardina ―que esconde un escudo importante―, busca desde extraescolares quién maneja el balón como nadie. Yo he visto, en el campo del C.E Europa de Barcelona, a ese oteador silencioso, de incógnito, apoyado en una baranda durante el entrenamiento. Tal vez no allí, ni en toda la ciudad, ni durante ese mes; pero habrá elegidos. Y un día se enfrentarán a los gigantes de “primera” sin que ni su técnico pueda cruzar una raya. No me extenderé más; siempre presentí a este experto observador, aunque no entendí mi elección hasta que Isaac dimitió de su camino.
La clave no es exhibir la mayor resistencia, preparación, acierto incluso. Es haber sido descubiertos. Des-cubrir es ver algo que estaba oculto. Algo que merece remover el terreno en que se confundía, por su carácter extraordinario. Ahí se funda nuestro lugar, que es extraer el lugar de aquellos que nos han sido confiados. Abanderar, con no pocos compañeros, la equiparación humana. Una investidura sorprendente, pero que el tiempo, entre balones perdidos, nos acabará confirmando.
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